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Consejos de un Veterano Activista

Después de estar sobre cuatro décadas y media dentro del activismo de las organizaciones de valores tradicionales y en un sinfín de luchas, nos podemos permitir el privilegio personal de compartir unos consejos a los nuevos activistas y a los no tan nuevos.

Posiblemente, mucha gente tenga el mismo pensamiento o se nos hayan cruzado las mismas preguntas a través de los años: 

¿Cómo podemos abrir nuevos caminos en el nombre de Jesús? 

¿Cómo podemos avanzar las prioridades del Reino de Dios en maneras en que podamos honrar el nombre de Dios y no manchar el nombre de la Iglesia? 

¿Cómo puedo en medios de luchas, controversias, debates y tensiones mantenerme fiel a unos principios? 

¿Qué o cuáles estrategias y metas debemos utilizar para ir cambiando nuestras propias vidas, nuestras familias, nuestra cultura y nuestra nación?

Cuando los ánimos están caldeados, cuando las revoluciones van a toda máquina, cuando la adrenalina nos tiene acelerados a unos niveles peligrosos, uno debe de aplicarse una receta milenaria.

Primer consejo

A veces cuando las luchas arrecian y parecen perderse de control en medios de argumentaciones, estrategias diversas y choques agrios, podemos y deberíamos de replegarnos, calmarnos, bajar las revoluciones y controlar la adrenalina. ¿Por qué? Porque no podemos pasar por alto que todo aquel que se llama a sí mismo cristiano, está predicando continuamente, aún cuando de su boca no salen palabras. Predicamos con acciones, gestos y con los modos de ver la vida.

Hay situaciones y personas en nuestra sociedad que generan pasiones, que hacen que muchos perdamos la paciencia, pero tenemos que recordar que si el Creador del Universo, si el Dios al cual servimos no está tirándole rayos y centellas desde el cielo a todos los que no creen en Él, o contra aquellos que lo vituperan, ¿por qué tengo que hacerlo yo? Si el cielo no está en estos momentos en un grado de total desesperación ante el aumento de la maldad, ¿por qué yo lo voy a estar?

Cuando digo que tenemos que aprender a calmarnos, a bajar las revoluciones y a controlar la adrenalina, no estoy diciendo en forma alguna que podemos cruzarnos de brazos e ignorar las cosas que tenemos de frente. Nooooo, de ninguna manera. Para simplificar este consejo quiero ilustrarlo de la siguiente manera: Usted está viendo un juego de volleyball, los jugadores están “hyper” con la adrenalina por las nubes, todos los jugadores quieren ser las estrellas del partido, todos quieran dar ese “killing” para las gradas para recibir el aplauso de la fanaticada. Pero hay un problema todos están enviando la bola fuera del área de puntuación. ¿Qué haría un dirigente responsable y que le diría a sus jugadores? Primero que nada pediría un “time-out”, sentaría a sus jugadores y les diría que los juegos se ganan anotando puntos, no botándolos. Les diría que de ese momento en adelante cada jugada contaba, y que el protagonismo había que echarlo hacia un lado para jugar como equipo. Si el equipo escucha, ganan, si el equipo escoge el individualismo y el protagonismo por encima del equipo, perderán irremediablemente.

Mucha gente que ha pasado por esta vida, y que se han enfrentado a grandes luchas, nos han dejado unas lecciones que vale la pena aprenderlas.

Una de esas personas fue Amy Carmichael, una misionera irlandesa que fue a trabajar al sur de la India en el 1895, donde pasó los próximos 55 años. ¿Su misión? Rescatar menores del abuso sexual que se cometía en los templos indues, en donde hasta padres naturales, muchos de ellos movidos por razones económicas ( no justificadas moralmente ) entregaban a sus niñas, de hasta 5 años, para que pasaran su niñez como prostitutas personales de los sacerdotes. Muchos de estos le entregaban las niñas a “peregrinos” que iban a la India movidos por la aventura de tener sexo con niños. Le llegaban a llamar aventura a una vil atrocidad.

Cuando esas niñas llegaban a los 12 y 13 años ya estaban tan utilizadas y enfermas que las sacaban de los templos y las lanzaban a la calle. Allí se unían a una pequeña casta llamada “Devadassis”, o “prostitutas de los dioses”.

Cuando Amy Carmichael vió esto se horrorizó y decidió abrir un orfanatorio, Dohnavur Fellowship. Cientos de niñas y posteriormente niños varones fueron rescatados y refugiados del abuso y llevado a un ambiente amoroso y seguro. Tener que lidiar de día en día con el horror, la monstruosidad y la degradación de padres y religiosos abusando de menores, tendría que generarle una tensión enorme a esta misionera. ¿Cómo Amy Carmichael pudo mantener su sanidad mental durante 55 años? 

Aquellos que conocieron a esta misionera decían que había una quietud y una calma sobrenatural sobre ella. El biógrafo de esta misionera, entrevistó a una religiosa que recién había visitado el orfanato de Amy, y le preguntó: Si usted pudiera describir la impresión que tuvo de ese ministerio en una palabra, cuál sería? Ella contestó: “Paz”.

Puerto Rico está pasando por mucha turbulencia. En los pasados meses la turbulencia ha llegado a pasar de las filas de los no creyentes hasta alcanzar a los creyentes. Nunca antes en todas las décadas que llevó dentro del activismo cristiano había visto algo similar. Los ánimos entre creyentes están llegando a unos niveles que hace apenas seis meses atrás hubieran sido insospechados.

En tiempos como este a veces es necesario detenerse, calmarnos, bajar las revoluciones, controlar la adrenalina y no permitir que nuestros espíritus se sigan inflamando. No debemos de olvidar que los métodos son tan importantes, como lo son las metas. El objetivo que queremos alcanzar importa, pero también el tono en que lo alcanzamos. Ganar batallas pasándole por encima a los soldados de nuestro propio ejército, no es realmente ganar, es perder en grande, es atrasar causas, es entregarle al enemigo territorio que había sido recuperado.

David escribió una vez en el Salmo 131:2-3: “En verdad que me he comportado y he acallado mi alma. Como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma. Espera, oh Israel en Jehova, desde ahora y para siempre”. La versión TLA traduce el verso 2, asi: Más bien, me he calmado; me he tranquilizado como se tranquiliza un niño cuando su madre le da el pecho. ¡Estoy tranquilo como un niño después de haber tomado el pecho!

De tiempo en tiempo, tenemos que decirle a nuestra alma: “Shhhhh, estate quieta”. No aprender a aquietarnos y seguir montados en las tribunas del dime y te digo apagan el canal y el “switch” de la comunicación tan necesaria para mantenernos unidos.

¿Cuántos de los que son padres y una vez fueron hijos se recuerdan haber escuchados de sus padres la frase: “Se me calman”. Ahora entendemos que cuando no aprendemos a calmarnos, actuamos como niños. 

Resumiendo el primer consejo: hay tiempos en que tenemos que calmarnos, bajar las revoluciones y controlar el flujo de adrenalina. Tiempos de recalibrar, de reenfocarse, para luego regresar a las batallas renovados, con fuerzas nuevas.

En la próxima nota daremos un segundo consejo.

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