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Las Cosas por su Nombre

Entre los muchos frentes de batalla que se dan en nuestra cultura está el de la utilización de las palabras. Palabras antiguas y nuevas que luchan por captar la atención de aquellos puertorriqueños que no han asumido posición sobre diversos temas. Palabras que una vez escuchamos como virtud, castidad, abstinencia y moralidad, se van echando al olvido, y las pocas veces que las escuchamos en público, están enmarcadas en sonrisas nerviosas o sentimientos de vergüenza. Hace 20 años atrás ser moralista era algo preciado, hoy es sinónimo de aberración para algunos. Obviamente algunos autodenominados religiosos, algunos en posiciones de liderato, han colaborado mucho en que la gente tenga malas percepciones del término “moralista”.

La inmensa mayoría de las palabras que tenían algún tipo de connotación moral, han sido hoy sustituídas para quitarles algo del estigma de inmoralidad. Un ejemplo sería el término “promiscuo”. Ya a nadie se le puede llamar así, porque sería sumamente ofensivo. Los promiscuos desaparecieron y fueron sustituidos por los que están “sexualmente activos”. ¿Qué clase de nueva frase para describir una conducta que tanto dolor, enfermedad y hasta tragedia han traído a nuestro país. Y seguimos encontramos más. Ya nadie lee “pornografía”, ahora la gente lee “material sexualmente explícito”. ¿Y qué hay de las llamadas “perversiones” del ayer?  Ya no existen. Es inaceptable en nuestra sociedad llamar a alguien de esa manera,  se empezaron a llamar “estilos de vidas alternos”, luego cambio a “preferencias sexuales” ( que enmarcan un gran universo de conductas sexuales ) y el término mutó a “orientaciones sexuales” para dar la impresión de que tienen un origen genético, aunque no sea así.

¿Por qué sustituir las antiguas palabras por las nuevas? 

Porque la utilización de las antiguas representaban unos juicios valorativos, estábamos diciendo que unas cosas eran buenas y otras no, que unas conductas eran aceptables y otras no. En resumen, había diferencia entre lo bueno y lo malo. En nuestra sociedad moderna hay gente que no quiere escuchar eso.

El único propósito que persiguen los propulsores de las nuevas palabras y definiciones es que a las próximas generaciones se les haga imposible el poder definir entre lo bueno y malo, que se echen al lado las normas de la ética judeo-cristiana para ser sustituída esta por una nueva ética moral sexual de corte situacional.

Todo lo anterior; ¿serán meras palabras y/o definiciones que responden a unos cambios y  que no tienen la mayor importancia? Noooo. El lenguaje es lo que usamos en una democracia para transar nuestras diferencias, para debatir sobre alternativas. Las palabras pueden inspirar o avergonzar, pueden mover a la acción o a la inacción. Si lo malo se convierte en bueno y vice versa, llegará el tiempo en que la mayoría moral que esboza principios basados en la ética judeo-cristiana se transformarán en los malos, en los inmorales y se convertirán en los que vivirán al margen de la ley. Los que ahora dicen estar marginados se convertirán en opresores y tendrán el poder de coerción del estado para silenciar a los que no concurran con ellos.

Así que no nos olvidemos de seguir llamando las cosas por su verdadero nombre.

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